Lección 2 | Miércoles 6 de abril 2016 | La tierra de Zabulón y Neftalí | Escuela Sabática
Miércoles 6 de abril
LA TIERRA DE ZABULÓN Y NEFTALÍ
Mateo 4:12 nos habla del encarcelamiento de Juan, lo que concluyó con su ministerio. En este momento, comienza “oficialmente” el ministerio de Jesús. El texto no dice por qué, cuando Jesús oyó acerca de Juan, se fue a Galilea; solo dice que se fue. (Ver también Mar. 1:14-16; Luc. 4:14.) Tal vez, mientras Juan todavía predicaba, Jesús quería mantener un perfil bajo, para evitar alguna rivalidad. El verbo griego en Mateo 4:12, a menudo traducido como “partió”, puede dar la idea de “retirarse”, en el sentido de evitar un peligro. Tal vez, Jesús procuraba evitar problemas de un modo prudente.
Lee Mateo 4:13 al 16 (ver también Isa. 9:1, 2), donde dice que Jesús se detuvo en el área de Zabulón y Neftalí. ¿Qué indican estos textos acerca del ministerio de Jesús?
Zabulón y Neftalí fueron dos de los hijos de Jacob (ver Gén. 35:23-26), y sus descendientes llegaron a ser dos de las tribus que se instalaron en la hermosa región del norte.
Lamentablemente, estas dos tribus estuvieron entre las diez que abandonaron su fe en Dios y se volvieron hacia el mundo. Muchos de los profetas del Antiguo Testamento denunciaron la pecaminosidad y la mundanalidad de estas tribus norteñas que, finalmente, fueron vencidas y dispersadas por los asirios. A su vez, ellos trajeron gentiles a Israel, y Galilea llegó a ser una población mixta, un lugar oscuro y confuso. El profeta de Galilea más famoso fue Jonás, lo que debe decirnos algo acerca del nivel de compromiso que tenían.
Cualesquiera que hayan sido los problemas en Galilea, existía esta hermosa profecía en Isaías: que aun a la tierra oscura de Zabulón y Neftalí, “a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mat. 4:16). En otras palabras, fue aquí, donde la necesidad era tan grande -donde la gente era considerada ruda, atrasada y tosca-, el lugar en que Jesús vivió y ministró a los hombres. Vemos aquí la disposición de Jesús a humillarse a sí mismo en favor de otros. Además, es otro ejemplo de cuán central era el Antiguo Testamento en el ministerio de Jesús.
¿De qué forma podemos evitar la tentación de considerar a las personas como indignas de nuestros esfuerzos para ministrar y testificar? ¿Qué tiene de malo esa actitud?